Contexto
Recientemente se celebró el Día Mundial de la Obesidad, una fecha que nos invita a reflexionar sobre cómo entendemos esta condición y, sobre todo, cómo podemos mejorar la salud y calidad de vida de quienes la experimentan. Durante años, el Índice de Masa Corporal (IMC) ha sido el criterio predominante para diagnosticar la obesidad, pero hoy sabemos que este indicador no es suficiente para definir ni comprender una realidad tan compleja.
Para quienes no están familiarizados con él, el IMC es una relación entre el peso total y la talla, lo que significa que no distingue entre masa muscular y grasa corporal. Esto puede generar interpretaciones erróneas: una persona con gran desarrollo muscular podría ser clasificada como obesa cuando en realidad tiene un metabolismo saludable, mientras que otra con un porcentaje elevado de grasa, pero con un IMC dentro del rango «normal», podría estar en riesgo de sufrir complicaciones metabólicas.
Esto no es una idea nueva en mi discurso. En este mismo blog he hablado sobre la obesidad desde una perspectiva libre de estigmas, como en los artículos «El estigma de la obesidad« y «¿Cuál es tu peso ideal?«. Hoy quiero profundizar en un nuevo enfoque que nos permite comprender mejor esta condición.
Una nueva clasificación de la obesidad
Según se ha publicado en The Lancet Diabetes & Endocrinology, con el respaldo de comisiones médicas: la obesidad ya no se define solo por el peso corporal, sino por su impacto en la salud. Ahora se distingue entre:
- Obesidad preclínica: existe un exceso de grasa corporal, pero sin signos evidentes de enfermedad. Sin embargo, el riesgo de desarrollar problemas metabólicos es alto.
- Obesidad clínica: la acumulación de grasa ya afecta órganos y sistemas, contribuyendo a enfermedades como diabetes tipo 2, hipertensión, problemas cardiovasculares o afecciones articulares.

Más allá del IMC: nuevos parámetros para evaluar la obesidad
El IMC sigue siendo una herramienta accesible y de uso extendido, pero tiene limitaciones importantes:
- No diferencia entre grasa y músculo, lo que puede llevar a diagnósticos erróneos.
- No considera la distribución de la grasa, un factor clave en el riesgo metabólico.
- No evalúa la funcionalidad del cuerpo ni su impacto real en la salud.
Por ello, los especialistas recomiendan complementarlo con otros indicadores más precisos, como:
- Perímetro de cintura.
- Relación cintura-cadera o cintura-altura.
- Signos clínicos de disfunción metabólica o inflamatoria.
Un enfoque integral para abordar la obesidad
Si hay algo que tengo claro en mi consulta es que el objetivo no debe ser solo perder peso, sino mejorar la salud y el bienestar en su conjunto. Esto significa:
- Evaluar la salud más allá del número en la báscula.
- Diseñar estrategias personalizadas sin restricciones extremas, evitando déficits nutricionales.
- Mejorar la funcionalidad corporal a través de alimentación adecuada, movimiento y manejo del estrés.
- Dejar de centrarnos únicamente en el peso y enfocarnos en la salud metabólica real.
Conclusión: un cambio necesario en el manejo de la obesidad
La obesidad es una enfermedad multifactorial que va mucho más allá de los kilos que marca una balanza. Comprender estos nuevos criterios nos permite abordarla de una forma más justa y efectiva.
Si buscas una alternativa basada en la ciencia, sin dietas extremas y con un plan adaptado este enfoque y cómo aplicarlo en tu caso, te invito a revisar nuestros servicios o ponerte en contacto con nosotros.
Juntos podemos encontrar una estrategia que se adapte a ti y a tus necesidades.
Gracias por llegar hasta aquí. Espero que te haya gustado esta entrada. Puedes dejar tu opinión en comentarios si te gustaría seguir encontrando novedades sobre temas relacionados en el blog.